martes, 9 de junio de 2009

Antonio Bordón, en el Diario La Provincia

Todo es mercado. De vez en cuando hago examen de conciencia y apenas me acuerdo del dinero que he gastado en libros: tengo la certidumbre de que empecé a leer esta misma mañana y no sé nada de literatura, de que soy un lector demasiado reciente, de que aún no he leído todo lo que hay que leer. Reparo que esto mismo le sucede a una buena amiga, B. S., pero con los zapatos: tiene la certidumbre de que empezó a caminar esta misma mañana y no sabe nada del mundo, de que aún tiene mucho que andar y que por eso necesita comprarse zapatos nuevos cada día. Se podrían formular numerosas teorías sociológicas sobre esta cultura del consumismo, que Andy Warhol supo capturar en sus cuadros seriados borrando las distinciones tradicionales entre las Bellas Artes y la cultura popular; y todas parecían válidas. La razón es muy sencilla: hoy en día, todo es mercado.
Así lo aseguran Inmaculada Jáuregui Balenciaga y Pablo Méndez Gallo en su ensayo Modernidad y delirio: Ciencia, nación y mercado como escenarios de la locura, que acaba de publicar la editorial Escalera. Ha pasado mucho tiempo desde la época en que Gianni Vattimo circulaba por los escenarios europeos dando conferencias sobre la modernidad. Hoy la modernidad, nos dicen Jáuregui Balenciaga y Méndez Gallo -pareja de psicólogos residente en Las Palmas de Gran Canaria, dicho sea de paso-, es "una forma de expresión de la locura, es vivir en un mundo ficticio, siempre a nivel mental, y creer que es real, único y absoluto." Éste es justamente el asunto principal del libro con el que Jáuregui Balenciaga y Méndez Gallo fueron finalistas en el premio Topía de Ensayo en 2008. Estamos ante un ensayo que intenta establecer o definir por qué el consumo es imprescindible es nuestra vida. "El consumo se convierte en fuente de identidad y motor de inclusión social, como manera de adquirir plena convicción de que se forma parte de algo grande (aunque sea una macro-comunidad de seres aislados), como vía para ganar originalidad y configurarse como persona. (...) A partir de prodctos estándares, uno puede desplegar su propia personalidad: el coche, el móvil, la ropa, la casa." Por una vez podemos congratularnos de que un ensayo sobre la identidad moderna no sea tedioso. Modernidad y delirio evita toda grandilocuencia y se aleja también de la tentación del discurso científico. Procura, antes que nada, colocarse en el barullo de la vida. Hay en el libro frescura, que aportan los numerosos ejemplos tomados del cine y de la litaratura, y, sobre todo, sentido común, como el de la anciana del monólogo La compradora, incluido en el libro Poemas del lugar y la circunstancia, de Bertolt Brecht: "Si todos los que no tenemos nada / dejamos de aparecer donde se exhibe la comida / podrían pensar que no necesitamos nada. / Pero si venimos y no podemos comprar nada, / se sabrá cómo están las cosas". No se me ocurre mejor exhortación para la lecutra de este libro tan aleccionador ("lo único que nos puede salvar es el consumo") como terrible ("es la nueva forma de esclavitud moderna").

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