lunes, 15 de junio de 2009

El arriesgado arte de desenmascarar al sistema con la palabra

Podría decirse que en esta obra cohabita la denuncia, la lucidez, el pensamiento de largo recorrido histórico, la concisión y una erudita y precisa visita a las fuentes más heterogéneas. En esta entrevista, Jáuregui Balenciaga y Méndez Gallo desvelan algunas de las claves de esta obra que se abre paso en los círculos de pensamiento en nuestro país tras haber logrado ya un merecido reconocimiento en Argentina, donde obtuvieron el galardón de finalista en el Premio Topía de ensayo, 2008.
¿Cómo surgió la idea, el germen primero de Modernidad y delirio?
En realidad, este libro es la culminación de nuestra trayectoria de pensamiento. En él se unen psicología y sociología en un intento de comprender la locura vivida en nuestros medios laboratles, fundamentalmente, y en nuestra sociedad en general. Llevábamos años estudiando y escribiendo sobre la modernidad, a través de múltiples parámetros, como la identidad, el nacionalismo, la psicopatología en sus diferentes manifestaciones (drogas, anorexia, psicopatía, etc.), intentando siempre situarnos en un contexto (época) para mejor comprender. Vimos la oportunidad de explayarnos ante el certamen que propuso el Boletín Topía y ahí nos lanzamos.
Estamos ante un texto tan compacto y coherente que no se aprecia la intervención de más de una persona en el discurso narrativo. ¿Cómo han logrado esta unidad formal?
Digamos que por afinidad y consanguinidad, puesto que además de pensar conjuntamente, vivimos conjuntamente. Pero, bromas aparte y en línea con la pregunta anterior, son años trabajando temas de manera conjunta, de compartir reflexiones, lecturas, de un aprendizaje mutuo…
Los tres pilares que conforman el escenario de la locura: nación, ciencia y mercado. ¿Tiene el ser humano alguna escapatoria que no implique un exilio social?
Bueno, nuestra propia experiencia vital e intelectual tiene gran parte de su origen en el exilio; punto a partir del cual nos ha sido posible poner una distancia desde donde comprender nuestras vivencias personales y sociales. En realidad, el exilio es el hábitat humano que previene de la locura. Si observamos el nacimiento biológico del ser humano, dicho acontecimiento no es otra cosa que un exilio, un saltar afuera (ex-silire). El desarrollo psicológico del ser humano, su segundo nacimiento, también es un exilio que pasa por el encuentro con la otredad. Un buen ejemplo narrativo lo encontramos en la película El Show de Truman, donde el protagonista, Truman (True Man), sólo accederá a su condición humana cuando finalmente se exilie de esa cárcel dorada que Christoff (¡!), su creador, le había construido. Dicho de otro modo, no exiliarse es quedarse siempre dentro, no saltar, no ver otros mundos que prevengan de la estulticia autocomplaciente. Pero no hay que confundir la idea de salir o viajar con los ‘paquetes vacacionales’…
Resulta especialmente interesante y novedoso el enfoque desmitificador que le otorgan a la ciencia en este ensayo. Una ciencia a la que se apela como juez absoluto y a la vez altamente manipulable. Parece que la ciencia es una de las mejores herramientas del tercer pilar, el mercado.
El mercado, como principio fagocitador, ha engullido todo, y por tanto también a la ciencia. Hoy en día, todo es mercado y no se puede tener existencia más allá de él. En este sentido, la ciencia no es ajena a esta realidad… ¡como no lo ha sido nunca, de hecho! Y de ahí el principio hegeliano de que si la teoría no se adapta a la realidad, peor para la realidad.
¿Y la locura?, ¿qué entendemos entonces por locura y por delirio?
El delirio, que es una forma de expresión de la locura, es vivir (en) un mundo ficticio, siempre a un nivel mental, y creer que es real, único y absoluto. Es vivir fuera de la realidad, entendida ésta como construcción y no como constructo observable y cuantificable. Es pensar que lo que no es, es, y además es verdad. Dicho de otro modo, es lo que los británicos llaman whisful thinking, esto es, pensar como si fuera real aquello que se desearía que fuera real, olvidándose del ‘como sí’, de la actuación, del carácter artificial y construido de todo lo humano, olvidándose que la realidad se consensúa, se negocia, se comparte… De lo contrario, hablamos de fantasía, de constructos mentales, de delirio.
Una de las mayores virtudes de esta obra reside en su rigor a la hora de tratar un tema tan proclive a caer en el discurso panfletario y de fácil desacreditación. Salta a la vista que, pese a la brevedad del libro, existe un vasto recorrido de investigación y de búsqueda de fuentes históricas.
Gracias al estupendo aprendizaje que me ha supuesto estudiar en Québec, en donde la metodología ha tenido siempre enorme importancia, aprendí a ir a las fuentes. El enfoque metodológico de la fenomenología nos ha enseñado a ser radicales, es decir, a ir a la raíz, a las fuentes, a beber donde ya otros bebieron, a no dejarnos caer en esa concepción tontorrona del autodidactismo que da a entender lo innecesario de entablar un diálogo con otros que ya pensaron sobre la cuestión. ¡No se puede ser tan original en esta vida!
En cuanto a los autores: Inmaculada Jáuregui tiene a sus espaldas una larga trayectoria de investigación en Quebec y Pablo Méndez ha participado en equipos de investigación en el proceso de paz en el Ulster. ¿Cómo se reflejan estas experiencias en Modernidad y delirio?
Por todo lo dicho: por lo aprendido en otros contextos, en otros idiomas, en sitios donde ya han trabajado lo que aquí se está empezando, por el exilio, por entablar otros diálogos. Concretamente, el terreno de la psicología lleva años de ventaja en Québec respecto a España y laboralmente pude (Inmaculada) participar de muchas experiencias y ámbitos que aquí seguramente no habría podido. Respecto a la experiencia en el Ulster, es obvio que la cuestión nacional es determinante en el día a día de un territorio como ese, pero aquello me aportó una luz que en el País Vasco no encontraba (Pablo). Por otra parte, lo que ambas experiencias tienen de común, en origen, es el trabajar con el ser humano en situación de conflicto y sufrimiento. Y eso es algo que se tiene que digerir para aplacar la angustia vital, la incredulidad, la rabia que genera la injusticia y el sufrimiento en sus diferentes avatares o encarnaciones.

martes, 9 de junio de 2009

Antonio Bordón, en el Diario La Provincia

Todo es mercado. De vez en cuando hago examen de conciencia y apenas me acuerdo del dinero que he gastado en libros: tengo la certidumbre de que empecé a leer esta misma mañana y no sé nada de literatura, de que soy un lector demasiado reciente, de que aún no he leído todo lo que hay que leer. Reparo que esto mismo le sucede a una buena amiga, B. S., pero con los zapatos: tiene la certidumbre de que empezó a caminar esta misma mañana y no sabe nada del mundo, de que aún tiene mucho que andar y que por eso necesita comprarse zapatos nuevos cada día. Se podrían formular numerosas teorías sociológicas sobre esta cultura del consumismo, que Andy Warhol supo capturar en sus cuadros seriados borrando las distinciones tradicionales entre las Bellas Artes y la cultura popular; y todas parecían válidas. La razón es muy sencilla: hoy en día, todo es mercado.
Así lo aseguran Inmaculada Jáuregui Balenciaga y Pablo Méndez Gallo en su ensayo Modernidad y delirio: Ciencia, nación y mercado como escenarios de la locura, que acaba de publicar la editorial Escalera. Ha pasado mucho tiempo desde la época en que Gianni Vattimo circulaba por los escenarios europeos dando conferencias sobre la modernidad. Hoy la modernidad, nos dicen Jáuregui Balenciaga y Méndez Gallo -pareja de psicólogos residente en Las Palmas de Gran Canaria, dicho sea de paso-, es "una forma de expresión de la locura, es vivir en un mundo ficticio, siempre a nivel mental, y creer que es real, único y absoluto." Éste es justamente el asunto principal del libro con el que Jáuregui Balenciaga y Méndez Gallo fueron finalistas en el premio Topía de Ensayo en 2008. Estamos ante un ensayo que intenta establecer o definir por qué el consumo es imprescindible es nuestra vida. "El consumo se convierte en fuente de identidad y motor de inclusión social, como manera de adquirir plena convicción de que se forma parte de algo grande (aunque sea una macro-comunidad de seres aislados), como vía para ganar originalidad y configurarse como persona. (...) A partir de prodctos estándares, uno puede desplegar su propia personalidad: el coche, el móvil, la ropa, la casa." Por una vez podemos congratularnos de que un ensayo sobre la identidad moderna no sea tedioso. Modernidad y delirio evita toda grandilocuencia y se aleja también de la tentación del discurso científico. Procura, antes que nada, colocarse en el barullo de la vida. Hay en el libro frescura, que aportan los numerosos ejemplos tomados del cine y de la litaratura, y, sobre todo, sentido común, como el de la anciana del monólogo La compradora, incluido en el libro Poemas del lugar y la circunstancia, de Bertolt Brecht: "Si todos los que no tenemos nada / dejamos de aparecer donde se exhibe la comida / podrían pensar que no necesitamos nada. / Pero si venimos y no podemos comprar nada, / se sabrá cómo están las cosas". No se me ocurre mejor exhortación para la lecutra de este libro tan aleccionador ("lo único que nos puede salvar es el consumo") como terrible ("es la nueva forma de esclavitud moderna").

miércoles, 3 de junio de 2009

¿Qué es la libertad hoy? La libertad de escoger nevera

Lola Mayo (www.elciervo.es)

Es difícil hablar de libertad cuando uno siente que la tiene. Sé que mis abuelos eran menos libres: que uno de ellos no podía hablar de política y otro no sabía porque entonces de eso no se hablaba. Sé que mis padres eran menos libres que yo, porque a mi madre no le vendían la píldora anticonceptiva en casi ninguna farmacia, y porque años después tuvo mil problemas (jurídicos, sociales, familiares) para lograr separarse. Sé que hoy yo, que soy mujer, puedo hablar de política, puedo vivir con un hombre sin casarme, puedo comprar la píldora en cualquier farmacia, puedo ponerle a mi hijo mi apellido, puedo tenerlo yo sola sin que me miren mal, puedo escoger médico, colegio, coche, piso, detergente, frigorífico.
Hoy he leído dos cosas: un libro titulado Modernidad y delirio, de Inmaculada Jáuregui y Pablo Méndez. Ellos, igual que Zygmunt Bauman en La vida como obra de arte, conectan la libertad o la falta de ella con el consumo. Hablan los dos investigadores españoles de “Una vida escenificada sobre el gran eslogan de la libertad individual: el consumidor racional que, ante la panoplia de productos iguales que le ofrecen, busca, compara y escoge la mejor de sus opciones”. ¡Resulta que los hombres de hoy nos sentimos libres porque podemos elegir lo que consumimos! Si esta es la libertad o la felicidad que contemplamos, qué pobre es nuestro mundo.
La mentira de esta “libertad por el consumo” se sustenta en otra mentira, que es la mentira del futuro, o la mentira de “la felicidad está en el futuro”. El mercado y sus estrategias publicitarias nos ofrecen grandes logros a cambio de nuestra compra. Pero cada día nos proponen un producto “mejor”, aquel que nos hará ser como realmente queremos ser (porque el mercado vende el “ser”, no el “tener”. Tener es demasiado fácil). Y posponemos así nuestro logro. La libertad individual solo se alcanzará cuando nos liberemos de esta mentira del futuro, de esta idea tan enraizada en nosotros de la “esperanza en el mañana”, ese convencimiento de que mañana, necesariamente, será más bello que hoy. Por esa utopía, por ese engaño cuya responsabilidad es, en última instancia, nuestra, perdemos la mayor de las libertades, que es ser hoy, ser ahora, hacer ahora, comprometerse ahora, amar ahora.
Esto, si pienso en la libertad individual. Pero si pienso en la libertad de mis congéneres, siento también que el mundo no es libre. Primero, de forma abstracta, y muy general, porque el mundo está lleno de países donde hay hombres, como mis abuelos, que no pueden o no saben hablar de política. Y si hablan de política, si opinan, si dicen, pueden morir. Y si no, de todas maneras, pueden morir de hambre, o de gripe, o de malaria.
Y hablo ahora de la segunda cosa que he leído. Era otra nueva noticia sobre el terrible engaño que han sufrido los familiares de los militares muertos en el accidente del Yak-42. No somos libres aquí, de ninguna manera, si los que nos gobiernan pueden falsificar los documentos de un muerto y entregar a una familia dolorida un cadáver que no es el suyo. Si no podemos creer en quienes tutelan nuestra libertad, tal libertad no existe. Y si aquellos gobernantes, a quienes creíamos justos y respetuosos y vigilantes del sueño de libertad occidental, no son juzgados, nuestra libertad de pobres ciudadanos de un estado del bienestar es una patraña. Debemos entonces volver a conformarnos con la libertad minúscula de escoger médico, colegio, coche y frigorífico.

El Placer de la Lectura

Muerta la religiosidad y eliminado el pecado y el concepto de Dios por el darwinismo, ¿Cuáles son las nuevas deidades del mundo? ¿A qué o a quiénes otorga su fe el moderno hombre del siglo veintiuno?

La trinidad ha vuelto, nos dice este ensayo. Ciencia, Nación y Mercado componen la nueva triada a la que el mundo rinde pleitesía.

Cuando hace unos años el diario El País encuestaba a los españoles sobre el grupo de personas en las que más confiaba, el resultado fue aplastante: más de un setenta por ciento creían en los científicos. Ahí tienen la primera persona. Cuando las encuestas preguntan por marcas a los ciudadanos, la mayoría elige las publicitadas a las anónimas; y solo basta darse una vuelta un fin de semana por un centro comercial para darse cuenta de cuales son los nuevos centros de adoración. ¿y la tercera persona de esta trinidad, el espíritu? Pues sin duda el espíritu nacionalista cada vez más marcado entre naciones, pueblos, familias, sexos, clases, religiones.

Eso nos vienen a decir los dos autores de este excelente ensayo bien estructurado, tremendamente crítico con la sociedad actual, que no deja títere con cabeza al destacar que el nuevo dios es el Consumo, que la ciencia es su Profeta y la nación su Patria. ¿Hasta dónde llegará esto? El libro no responde, simplemente avisa. Hemos dejado de estar esclavizados a las religiones tradicionales y sus infiernos, para elegir nuevos amos y nuevas torturas con las cuales quemarnos eternamente.

Nadie se quedará escéptico después de haberlo leído y todos nos sentiremos identificados con gran parte de lo expuesto. ¿Te atreves a probar?