El planeta no es infinito: de acuerdo al vigente modelo de riqueza puramente extractiva, los recursos se agotan y el propio planeta se agota. La sostenibilidad se presenta como un parche intermedio, para salvar el modelo económico (insostenible) y para salvar el planeta, al mismo tiempo –capitalismo verde–. Inútil, según todas las previsiones. Lo mismo ocurre en el terreno de la política: concebido el ciudadano como mero instrumento comercial, sometido a todo tipo de tropelías en beneficio de un sacrosanto modelo político-económico elevado al rango de dogma, la democracia no puede sino rendirse a los pies de los grandes flujos de poder que se establecen al margen de los gobiernos, del interés común. En este mismo sentido, la Democracia, como tal sistema de organización del bien común, deja de ser un refugio para convertirse en un desierto. La materialización del riesgo, esto es, la turbulencia, se convierte en el fenómeno atmosférico –climático y político– característico de las sociedades contemporáneos. La certidumbre ha muerto, y con ella, la vida en común y la democracia.
Modernidad y Delirio
Blog destinado a promocionar el libro Modernidad y Delirio: Ciencia, Nación y Mercado como escenarios de la locura
miércoles, 18 de mayo de 2011
martes, 27 de abril de 2010
La Modernidad como historia de la locura cotidiana
La misma razón que nos ayudó a superar las condiciones que nos imponía la Naturaleza ha coadyuvado a que los seres humanos creemos "un mundo inhabitable". Y no se puede vivir en él porque lo único que nos ofrece son "escenarios de la locura". Ésa es la tesis que sostienen la psicóloga y psicoeducadora Inmaculada Jáuregui y el sociólogo y doctor en filosofía Pablo Méndez en Modernidad y delirio (Escalera, 2009). Un volumen que presentan en la Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria el próximo [pasado] 2 de mayo.
Aseguran que no se trata de ser Rappel, pero, a diferencia de otros, ellos han visto venir la crisis, no sólo la económica, en la que estamos sumergidos. El mérito, añaden: "no hemos tratado de negarlo". Tal vez, apunta Jáuregui, porque les ha "tocado" a ellos mismos, "es consecuencia de vernos envuetos en ese sistema y en esa locura". Una patología que la psicológa cree que no sólo afecta a los que llamamos "enfermos". En ocasiones, en muchas, matiza, "no sabes si los locos están dentro o fuera".
Para ambos se ha producido un engaño, el engaño de la razón. Hace tiempo que el sistema "está cambiando, pero ahora estamos en esa vorágina final y de ahí esa locura".
La fe en la ciencia y sus verdades "absolutas", en la nación y en el mercado han situado al ser humano moderno en un escenario de delirio "que se hace sentir en el malestar social". Ahora, con la crisis económica, se acaban, además, algunos de los "pilares de un edificio en ruinas". Méndez agurura el final de la "democratización de la burbuja en la que hemos vivido", es decir, "comprar una casa y sin meter la llave venderla por el doble".
¿Los más afectados? Las clases medias, afirman. A juicio de Jáuregui, se podría decir que se espera "la vuelta del Antiguo Régimen, de dos clases, porque la clase media de la Modernidad ha sido un error".
Ni Jáuregui ni Méndez pueden proponer "soluciones". Lo que sí están en condiciones de decir es que muchos optan por "bajarse" del mundo. Para la psicóloga, sin embargo, quizás lo mejor sea que "el edificio termine por caerse" porque, como Méndez y ella concluyen en su libro, parece que si no la única salida es la locura.
(Publicado en la edición papel de Canarias 7, el 25 de abril de 2010)
Aseguran que no se trata de ser Rappel, pero, a diferencia de otros, ellos han visto venir la crisis, no sólo la económica, en la que estamos sumergidos. El mérito, añaden: "no hemos tratado de negarlo". Tal vez, apunta Jáuregui, porque les ha "tocado" a ellos mismos, "es consecuencia de vernos envuetos en ese sistema y en esa locura". Una patología que la psicológa cree que no sólo afecta a los que llamamos "enfermos". En ocasiones, en muchas, matiza, "no sabes si los locos están dentro o fuera".
Para ambos se ha producido un engaño, el engaño de la razón. Hace tiempo que el sistema "está cambiando, pero ahora estamos en esa vorágina final y de ahí esa locura".
La fe en la ciencia y sus verdades "absolutas", en la nación y en el mercado han situado al ser humano moderno en un escenario de delirio "que se hace sentir en el malestar social". Ahora, con la crisis económica, se acaban, además, algunos de los "pilares de un edificio en ruinas". Méndez agurura el final de la "democratización de la burbuja en la que hemos vivido", es decir, "comprar una casa y sin meter la llave venderla por el doble".
¿Los más afectados? Las clases medias, afirman. A juicio de Jáuregui, se podría decir que se espera "la vuelta del Antiguo Régimen, de dos clases, porque la clase media de la Modernidad ha sido un error".
Ni Jáuregui ni Méndez pueden proponer "soluciones". Lo que sí están en condiciones de decir es que muchos optan por "bajarse" del mundo. Para la psicóloga, sin embargo, quizás lo mejor sea que "el edificio termine por caerse" porque, como Méndez y ella concluyen en su libro, parece que si no la única salida es la locura.
(Publicado en la edición papel de Canarias 7, el 25 de abril de 2010)
lunes, 19 de octubre de 2009
DIOS: ¿Científico o Artesano?
"Si consigo explicar la subjetividad, soy Dios". A razón de las actitudes que muestran nuestros científicos de hoy en día, se diría que Dios era mucho más modesto en sus pretensiones y creaciones. Valga el ejemplo de Rodolfo Llinás, neurocientífico ("la única ciencia que existe; las demás son secundarias"), cuyo propósito es conocer "la base fisiológica de la subjetividad". ¡Ahí es nada! ¿Conocerá a Punset este insigne modesto? ¿Sabrá a qué huelen las nubes... y los sueños? "Me llamaron del Vaticano, y les di una conferencia de seis horas. ¿Y sabes qué? ¡Sabían de lo que hablaba!" Lo que todavía resulta más sospechoso, pero qué le vamos a hacer, si así es la ciencia de hoy en día: ¡Una auténtica religión! De la misma manera que las universidades católicas abren departamentos de Ciencias Religiosas. Qué contrariedad...
viernes, 28 de agosto de 2009
Para ir abriendo boca... o cerrándola(s)
La modernidad se desarrolla a través de tres grandes pilares, a saber, ciencia, nacionalismo y mercado (capitalismo). Estos tres pilares suplantan a un antiguo régimen en el que la religión se configuraba como el elemento total estructurador del orden occidental. Ante este orden totalitario, reacciona la Ilustración que, frente al concepto de fe, impone una nueva religiosidad basada en la razón. Este nuevo orden enmascara todo un proceso de subversión y perversión, eliminando cualquier trazo susceptible de desvelar esta construcción (humana) moderna, a partir de lo cual el delirio emerge en tanto que transposición de un ideal filosófico al mundo de lo real. Un nuevo orden que, pretendiéndose revolucionario, no hace sino reproducir el carácter totalitario del Antiguo Régimen, aunque de manera sofisticada, estratégica: racional. Cada uno de estos tres pilares (ciencia, nacionalismo y mercado) constituye un capítulo independiente en este ensayo, donde se trata de mostrar cómo el delirio se establece en tanto que elemento estructurador de la moderna civilización occidental y, por extensión, global o planetaria. A través de estos tres pilares, Occidente adquiere su plena identidad, su completud. Esta es la locura, el hacer vivir la ficción como si fuera real. Todo ello, precedido de un primer capítulo que trata de la religiosidad y de cómo el delirio representa, en la modernidad, el vestigio de la ‘antigua’ trascendencia. En definitiva, se trata un viaje al fondo de alguno de esos monstruos que, según Francisco de Goya, resultan del sueño de la razón.
lunes, 15 de junio de 2009
El arriesgado arte de desenmascarar al sistema con la palabra
Podría decirse que en esta obra cohabita la denuncia, la lucidez, el pensamiento de largo recorrido histórico, la concisión y una erudita y precisa visita a las fuentes más heterogéneas. En esta entrevista, Jáuregui Balenciaga y Méndez Gallo desvelan algunas de las claves de esta obra que se abre paso en los círculos de pensamiento en nuestro país tras haber logrado ya un merecido reconocimiento en Argentina, donde obtuvieron el galardón de finalista en el Premio Topía de ensayo, 2008.
¿Cómo surgió la idea, el germen primero de Modernidad y delirio?
En realidad, este libro es la culminación de nuestra trayectoria de pensamiento. En él se unen psicología y sociología en un intento de comprender la locura vivida en nuestros medios laboratles, fundamentalmente, y en nuestra sociedad en general. Llevábamos años estudiando y escribiendo sobre la modernidad, a través de múltiples parámetros, como la identidad, el nacionalismo, la psicopatología en sus diferentes manifestaciones (drogas, anorexia, psicopatía, etc.), intentando siempre situarnos en un contexto (época) para mejor comprender. Vimos la oportunidad de explayarnos ante el certamen que propuso el Boletín Topía y ahí nos lanzamos.
Estamos ante un texto tan compacto y coherente que no se aprecia la intervención de más de una persona en el discurso narrativo. ¿Cómo han logrado esta unidad formal?
Digamos que por afinidad y consanguinidad, puesto que además de pensar conjuntamente, vivimos conjuntamente. Pero, bromas aparte y en línea con la pregunta anterior, son años trabajando temas de manera conjunta, de compartir reflexiones, lecturas, de un aprendizaje mutuo…
Los tres pilares que conforman el escenario de la locura: nación, ciencia y mercado. ¿Tiene el ser humano alguna escapatoria que no implique un exilio social?
Bueno, nuestra propia experiencia vital e intelectual tiene gran parte de su origen en el exilio; punto a partir del cual nos ha sido posible poner una distancia desde donde comprender nuestras vivencias personales y sociales. En realidad, el exilio es el hábitat humano que previene de la locura. Si observamos el nacimiento biológico del ser humano, dicho acontecimiento no es otra cosa que un exilio, un saltar afuera (ex-silire). El desarrollo psicológico del ser humano, su segundo nacimiento, también es un exilio que pasa por el encuentro con la otredad. Un buen ejemplo narrativo lo encontramos en la película El Show de Truman, donde el protagonista, Truman (True Man), sólo accederá a su condición humana cuando finalmente se exilie de esa cárcel dorada que Christoff (¡!), su creador, le había construido. Dicho de otro modo, no exiliarse es quedarse siempre dentro, no saltar, no ver otros mundos que prevengan de la estulticia autocomplaciente. Pero no hay que confundir la idea de salir o viajar con los ‘paquetes vacacionales’…
Resulta especialmente interesante y novedoso el enfoque desmitificador que le otorgan a la ciencia en este ensayo. Una ciencia a la que se apela como juez absoluto y a la vez altamente manipulable. Parece que la ciencia es una de las mejores herramientas del tercer pilar, el mercado.
El mercado, como principio fagocitador, ha engullido todo, y por tanto también a la ciencia. Hoy en día, todo es mercado y no se puede tener existencia más allá de él. En este sentido, la ciencia no es ajena a esta realidad… ¡como no lo ha sido nunca, de hecho! Y de ahí el principio hegeliano de que si la teoría no se adapta a la realidad, peor para la realidad.
¿Y la locura?, ¿qué entendemos entonces por locura y por delirio?
El delirio, que es una forma de expresión de la locura, es vivir (en) un mundo ficticio, siempre a un nivel mental, y creer que es real, único y absoluto. Es vivir fuera de la realidad, entendida ésta como construcción y no como constructo observable y cuantificable. Es pensar que lo que no es, es, y además es verdad. Dicho de otro modo, es lo que los británicos llaman whisful thinking, esto es, pensar como si fuera real aquello que se desearía que fuera real, olvidándose del ‘como sí’, de la actuación, del carácter artificial y construido de todo lo humano, olvidándose que la realidad se consensúa, se negocia, se comparte… De lo contrario, hablamos de fantasía, de constructos mentales, de delirio.
Una de las mayores virtudes de esta obra reside en su rigor a la hora de tratar un tema tan proclive a caer en el discurso panfletario y de fácil desacreditación. Salta a la vista que, pese a la brevedad del libro, existe un vasto recorrido de investigación y de búsqueda de fuentes históricas.
Gracias al estupendo aprendizaje que me ha supuesto estudiar en Québec, en donde la metodología ha tenido siempre enorme importancia, aprendí a ir a las fuentes. El enfoque metodológico de la fenomenología nos ha enseñado a ser radicales, es decir, a ir a la raíz, a las fuentes, a beber donde ya otros bebieron, a no dejarnos caer en esa concepción tontorrona del autodidactismo que da a entender lo innecesario de entablar un diálogo con otros que ya pensaron sobre la cuestión. ¡No se puede ser tan original en esta vida!
En cuanto a los autores: Inmaculada Jáuregui tiene a sus espaldas una larga trayectoria de investigación en Quebec y Pablo Méndez ha participado en equipos de investigación en el proceso de paz en el Ulster. ¿Cómo se reflejan estas experiencias en Modernidad y delirio?
Por todo lo dicho: por lo aprendido en otros contextos, en otros idiomas, en sitios donde ya han trabajado lo que aquí se está empezando, por el exilio, por entablar otros diálogos. Concretamente, el terreno de la psicología lleva años de ventaja en Québec respecto a España y laboralmente pude (Inmaculada) participar de muchas experiencias y ámbitos que aquí seguramente no habría podido. Respecto a la experiencia en el Ulster, es obvio que la cuestión nacional es determinante en el día a día de un territorio como ese, pero aquello me aportó una luz que en el País Vasco no encontraba (Pablo). Por otra parte, lo que ambas experiencias tienen de común, en origen, es el trabajar con el ser humano en situación de conflicto y sufrimiento. Y eso es algo que se tiene que digerir para aplacar la angustia vital, la incredulidad, la rabia que genera la injusticia y el sufrimiento en sus diferentes avatares o encarnaciones.
¿Cómo surgió la idea, el germen primero de Modernidad y delirio?
En realidad, este libro es la culminación de nuestra trayectoria de pensamiento. En él se unen psicología y sociología en un intento de comprender la locura vivida en nuestros medios laboratles, fundamentalmente, y en nuestra sociedad en general. Llevábamos años estudiando y escribiendo sobre la modernidad, a través de múltiples parámetros, como la identidad, el nacionalismo, la psicopatología en sus diferentes manifestaciones (drogas, anorexia, psicopatía, etc.), intentando siempre situarnos en un contexto (época) para mejor comprender. Vimos la oportunidad de explayarnos ante el certamen que propuso el Boletín Topía y ahí nos lanzamos.
Estamos ante un texto tan compacto y coherente que no se aprecia la intervención de más de una persona en el discurso narrativo. ¿Cómo han logrado esta unidad formal?
Digamos que por afinidad y consanguinidad, puesto que además de pensar conjuntamente, vivimos conjuntamente. Pero, bromas aparte y en línea con la pregunta anterior, son años trabajando temas de manera conjunta, de compartir reflexiones, lecturas, de un aprendizaje mutuo…
Los tres pilares que conforman el escenario de la locura: nación, ciencia y mercado. ¿Tiene el ser humano alguna escapatoria que no implique un exilio social?
Bueno, nuestra propia experiencia vital e intelectual tiene gran parte de su origen en el exilio; punto a partir del cual nos ha sido posible poner una distancia desde donde comprender nuestras vivencias personales y sociales. En realidad, el exilio es el hábitat humano que previene de la locura. Si observamos el nacimiento biológico del ser humano, dicho acontecimiento no es otra cosa que un exilio, un saltar afuera (ex-silire). El desarrollo psicológico del ser humano, su segundo nacimiento, también es un exilio que pasa por el encuentro con la otredad. Un buen ejemplo narrativo lo encontramos en la película El Show de Truman, donde el protagonista, Truman (True Man), sólo accederá a su condición humana cuando finalmente se exilie de esa cárcel dorada que Christoff (¡!), su creador, le había construido. Dicho de otro modo, no exiliarse es quedarse siempre dentro, no saltar, no ver otros mundos que prevengan de la estulticia autocomplaciente. Pero no hay que confundir la idea de salir o viajar con los ‘paquetes vacacionales’…
Resulta especialmente interesante y novedoso el enfoque desmitificador que le otorgan a la ciencia en este ensayo. Una ciencia a la que se apela como juez absoluto y a la vez altamente manipulable. Parece que la ciencia es una de las mejores herramientas del tercer pilar, el mercado.
El mercado, como principio fagocitador, ha engullido todo, y por tanto también a la ciencia. Hoy en día, todo es mercado y no se puede tener existencia más allá de él. En este sentido, la ciencia no es ajena a esta realidad… ¡como no lo ha sido nunca, de hecho! Y de ahí el principio hegeliano de que si la teoría no se adapta a la realidad, peor para la realidad.
¿Y la locura?, ¿qué entendemos entonces por locura y por delirio?
El delirio, que es una forma de expresión de la locura, es vivir (en) un mundo ficticio, siempre a un nivel mental, y creer que es real, único y absoluto. Es vivir fuera de la realidad, entendida ésta como construcción y no como constructo observable y cuantificable. Es pensar que lo que no es, es, y además es verdad. Dicho de otro modo, es lo que los británicos llaman whisful thinking, esto es, pensar como si fuera real aquello que se desearía que fuera real, olvidándose del ‘como sí’, de la actuación, del carácter artificial y construido de todo lo humano, olvidándose que la realidad se consensúa, se negocia, se comparte… De lo contrario, hablamos de fantasía, de constructos mentales, de delirio.
Una de las mayores virtudes de esta obra reside en su rigor a la hora de tratar un tema tan proclive a caer en el discurso panfletario y de fácil desacreditación. Salta a la vista que, pese a la brevedad del libro, existe un vasto recorrido de investigación y de búsqueda de fuentes históricas.
Gracias al estupendo aprendizaje que me ha supuesto estudiar en Québec, en donde la metodología ha tenido siempre enorme importancia, aprendí a ir a las fuentes. El enfoque metodológico de la fenomenología nos ha enseñado a ser radicales, es decir, a ir a la raíz, a las fuentes, a beber donde ya otros bebieron, a no dejarnos caer en esa concepción tontorrona del autodidactismo que da a entender lo innecesario de entablar un diálogo con otros que ya pensaron sobre la cuestión. ¡No se puede ser tan original en esta vida!
En cuanto a los autores: Inmaculada Jáuregui tiene a sus espaldas una larga trayectoria de investigación en Quebec y Pablo Méndez ha participado en equipos de investigación en el proceso de paz en el Ulster. ¿Cómo se reflejan estas experiencias en Modernidad y delirio?
Por todo lo dicho: por lo aprendido en otros contextos, en otros idiomas, en sitios donde ya han trabajado lo que aquí se está empezando, por el exilio, por entablar otros diálogos. Concretamente, el terreno de la psicología lleva años de ventaja en Québec respecto a España y laboralmente pude (Inmaculada) participar de muchas experiencias y ámbitos que aquí seguramente no habría podido. Respecto a la experiencia en el Ulster, es obvio que la cuestión nacional es determinante en el día a día de un territorio como ese, pero aquello me aportó una luz que en el País Vasco no encontraba (Pablo). Por otra parte, lo que ambas experiencias tienen de común, en origen, es el trabajar con el ser humano en situación de conflicto y sufrimiento. Y eso es algo que se tiene que digerir para aplacar la angustia vital, la incredulidad, la rabia que genera la injusticia y el sufrimiento en sus diferentes avatares o encarnaciones.
viernes, 12 de junio de 2009
martes, 9 de junio de 2009
Antonio Bordón, en el Diario La Provincia
Todo es mercado. De vez en cuando hago examen de conciencia y apenas me acuerdo del dinero que he gastado en libros: tengo la certidumbre de que empecé a leer esta misma mañana y no sé nada de literatura, de que soy un lector demasiado reciente, de que aún no he leído todo lo que hay que leer. Reparo que esto mismo le sucede a una buena amiga, B. S., pero con los zapatos: tiene la certidumbre de que empezó a caminar esta misma mañana y no sabe nada del mundo, de que aún tiene mucho que andar y que por eso necesita comprarse zapatos nuevos cada día. Se podrían formular numerosas teorías sociológicas sobre esta cultura del consumismo, que Andy Warhol supo capturar en sus cuadros seriados borrando las distinciones tradicionales entre las Bellas Artes y la cultura popular; y todas parecían válidas. La razón es muy sencilla: hoy en día, todo es mercado.
Así lo aseguran Inmaculada Jáuregui Balenciaga y Pablo Méndez Gallo en su ensayo Modernidad y delirio: Ciencia, nación y mercado como escenarios de la locura, que acaba de publicar la editorial Escalera. Ha pasado mucho tiempo desde la época en que Gianni Vattimo circulaba por los escenarios europeos dando conferencias sobre la modernidad. Hoy la modernidad, nos dicen Jáuregui Balenciaga y Méndez Gallo -pareja de psicólogos residente en Las Palmas de Gran Canaria, dicho sea de paso-, es "una forma de expresión de la locura, es vivir en un mundo ficticio, siempre a nivel mental, y creer que es real, único y absoluto." Éste es justamente el asunto principal del libro con el que Jáuregui Balenciaga y Méndez Gallo fueron finalistas en el premio Topía de Ensayo en 2008. Estamos ante un ensayo que intenta establecer o definir por qué el consumo es imprescindible es nuestra vida. "El consumo se convierte en fuente de identidad y motor de inclusión social, como manera de adquirir plena convicción de que se forma parte de algo grande (aunque sea una macro-comunidad de seres aislados), como vía para ganar originalidad y configurarse como persona. (...) A partir de prodctos estándares, uno puede desplegar su propia personalidad: el coche, el móvil, la ropa, la casa." Por una vez podemos congratularnos de que un ensayo sobre la identidad moderna no sea tedioso. Modernidad y delirio evita toda grandilocuencia y se aleja también de la tentación del discurso científico. Procura, antes que nada, colocarse en el barullo de la vida. Hay en el libro frescura, que aportan los numerosos ejemplos tomados del cine y de la litaratura, y, sobre todo, sentido común, como el de la anciana del monólogo La compradora, incluido en el libro Poemas del lugar y la circunstancia, de Bertolt Brecht: "Si todos los que no tenemos nada / dejamos de aparecer donde se exhibe la comida / podrían pensar que no necesitamos nada. / Pero si venimos y no podemos comprar nada, / se sabrá cómo están las cosas". No se me ocurre mejor exhortación para la lecutra de este libro tan aleccionador ("lo único que nos puede salvar es el consumo") como terrible ("es la nueva forma de esclavitud moderna").
Así lo aseguran Inmaculada Jáuregui Balenciaga y Pablo Méndez Gallo en su ensayo Modernidad y delirio: Ciencia, nación y mercado como escenarios de la locura, que acaba de publicar la editorial Escalera. Ha pasado mucho tiempo desde la época en que Gianni Vattimo circulaba por los escenarios europeos dando conferencias sobre la modernidad. Hoy la modernidad, nos dicen Jáuregui Balenciaga y Méndez Gallo -pareja de psicólogos residente en Las Palmas de Gran Canaria, dicho sea de paso-, es "una forma de expresión de la locura, es vivir en un mundo ficticio, siempre a nivel mental, y creer que es real, único y absoluto." Éste es justamente el asunto principal del libro con el que Jáuregui Balenciaga y Méndez Gallo fueron finalistas en el premio Topía de Ensayo en 2008. Estamos ante un ensayo que intenta establecer o definir por qué el consumo es imprescindible es nuestra vida. "El consumo se convierte en fuente de identidad y motor de inclusión social, como manera de adquirir plena convicción de que se forma parte de algo grande (aunque sea una macro-comunidad de seres aislados), como vía para ganar originalidad y configurarse como persona. (...) A partir de prodctos estándares, uno puede desplegar su propia personalidad: el coche, el móvil, la ropa, la casa." Por una vez podemos congratularnos de que un ensayo sobre la identidad moderna no sea tedioso. Modernidad y delirio evita toda grandilocuencia y se aleja también de la tentación del discurso científico. Procura, antes que nada, colocarse en el barullo de la vida. Hay en el libro frescura, que aportan los numerosos ejemplos tomados del cine y de la litaratura, y, sobre todo, sentido común, como el de la anciana del monólogo La compradora, incluido en el libro Poemas del lugar y la circunstancia, de Bertolt Brecht: "Si todos los que no tenemos nada / dejamos de aparecer donde se exhibe la comida / podrían pensar que no necesitamos nada. / Pero si venimos y no podemos comprar nada, / se sabrá cómo están las cosas". No se me ocurre mejor exhortación para la lecutra de este libro tan aleccionador ("lo único que nos puede salvar es el consumo") como terrible ("es la nueva forma de esclavitud moderna").
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